¿Por qué traductora? ¡La verdad es que no lo sé! Quizás por casualidad. Soy italiana y con 18 años, antes de empezar la carrera, conocí a mi actual marido (español) en un viaje de verano a Irlanda y necesitaba una «excusa» para venirme a Alicante. La mejor opción era seguir estudiando idiomas porque en mis estudios de secundaria iba a un «liceo lingüístico», así que me había adentrado ya en el mundo de las lenguas extranjeras. Pero las cosas pasan por algo, mi destino estaba escrito y la considero una profesión fascinante que no cambiaría por nada.
¿Qué no te puede faltar en la traducueva? Mi agenda de Mr. Wonderful. Lo sé, mucha gente me dice: «¿A dónde vas con una agenda en papel en 2020?», pero forma parte de mi escritorio y me encanta leer las frases de positivismo cada mañana antes de encender el ordenador. Por supuesto, tampoco pueden faltar mis dos pantallas y mi sello de traductora jurada que me hace sentir «importante» 😊.
¿Qué es para ti lo mejor de la profesión? Ante todo, la libertad que nos regala y que nos permite encender el ordenador desde cualquier rincón del mundo (yo me lo tomé en serio y de hecho estuve viviendo —¡y trabajando!— un año en el Caribe). Pero lo mejor de la profesión es la diversidad de temas sobre los que tenemos que leer y que tenemos que analizar antes de empezar a traducir un documento. Desde luego, nuestro trabajo no se puede definir como algo aburrido o monótono porque cada día se nos presenta un texto diferente de distintas temáticas. ¡Y así aprendemos mucho y a diario! Tampoco podemos olvidarnos de la libertad horaria que me permite organizarme a mi antojo (si las agencias nos dejan…) para poder cuidar de mis hijas como a mí me gusta.
¿Y lo peor? Lo peor: ser adicta a esta profesión y por tanto no saber «desconectar» ni en verano ni en la playa ni en la montaña…, y estar constantemente pendiente del móvil «por si acaso». Es como si tuviéramos más de un jefe encima de nosotras controlándonos.
Si no fueras traductora… Médica. La medicina siempre ha sido mi asignatura pendiente. Me fascina el cuerpo humano y me encanta ayudar a la gente.
¿Qué le dirías a tu yo del pasado? Le diría que ha tenido mucha suerte en escoger este camino. Quizás la suerte me ha dado un pequeño empujón; mis padres me han permitido aventurarme en una universidad extranjera, mi familia política me ha cuidado como una hija…, pero yo también me he esforzado mucho para llegar hasta aquí. Me considero afortunada.
¿Trados o MemoQ? ¡TRADOS! Soy muy fan de Trados. Al principio era una relación de amor-odio, pero ahora no podría estar sin esta herramienta.
¿Cuál es tu anécdota más curiosa como traductora? Empecé a trabajar como traductora en 2003 y tengo muchas anécdotas. Quizás la más «divertida» fue precisamente al comienzo de mi carrera profesional cuando me mandaron un proyecto de traducción de una página web de muñecas hinchables (¡sexuales!) y me ponía colorada yo sola delante del ordenador. O recuerdo también un congreso de simultánea (¡me encanta la interpretación en cabina!) en unas jornadas sobre el BRÓCOLI. ¡3 días hablando de brócoli! Jamás hubiese pensado que esta hortaliza hubiera podido dar tanto juego.
Empecé a trabajar en 2003 colaborando con una plataforma de la comisión Europa para la que traducía un boletín mensual. Me encantaba la idea de que alguien estuviera esperando en el otro extremo de Europa mi texto para poder comunicarse. Y así empecé a buscar clientes, a darme a conocer (en aquel entonces con tarjetas de visitas y folletos), a visitar posibles clientes y, poco a poco, formé mi cartera de clientes con constancia y mucha paciencia. Algunos se han ido, otros han llegado, otros siguen fieles desde el principio, pero así es la vida… y… como dice Mr. Wonderful: «No hay plan que pueda salir mal”.
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