Localizar parece una de las palabras de moda cuando se habla de traducción. Se localizan videojuegos, aplicaciones para móviles, páginas web, comercios electrónicos…, y prácticamente cualquier cosa que tenga que ver con el mundo digital y de internet. Para aquellos ajenos a la profesión y al fenómeno, localizar, en este caso, se usa para designar un proceso traductológico con el que se intenta «hacer local» un contenido, es decir, adaptarlo a la cultura de la lengua de destino.
Al hablar de localización, lo primero que se viene a la mente de muchos es esa gran multinacional con presencia en casi todos los países del globo; una empresa que, más que una web multidioma, tiene una web para cada país con su correspondiente dominio (.es, .uk, .fr, .ch y un largo etcétera). Para este tipo de empresas, resulta esencial llegar a su público objetivo y tienen claro que la única forma de hacerlo es hablando su mismo idioma. Para que el mensaje llegue, muchos antes del branded content, del emplazamiento de producto, de la experiencia de marca y demás, marca y consumidor tienen que compartir una lengua y cultura comunes. Y es aquí donde la localización entra en juego. Porque no se trata solo de conocer la lengua de nuestro target, necesitamos conocer sus valores, su forma de entender y ver el mundo, sus costumbres, su cultura. Solo de esta forma podemos hacer que entienda lo que le queremos decir.
Como ya hemos comentado antes, todas las grandes marcas se valen de la localización para poder atraer al cliente final. Pero la localización no es exclusiva de los procesos de internacionalización ni de las grandes marcas. En España, un país donde el turismo y la exportación tienen un papel predominante en la economía, adaptar nuestros contenidos digitales a la cultura de nuestros clientes objetivos es un imperativo. Debemos hablar el idioma de la familia que va a venir a nuestro hotel en sus próximas vacaciones de verano, necesitamos comunicarnos con el empresario que va a invertir en promoción inmobiliaria en la costa, tenemos que poder llegar a las empresas que vienen a buscar materias primas, y, en definitiva, debemos atraer a un mercado objetivo que cuenta con miles de millones de clientes potenciales.
Cuidar la imagen de tu negocio, la forma en la que trata y se comunica con sus clientes, mimar los detalles, la cadena de suministro, el producto…, nada de esto tiene ningún sentido si no somos capaces de llegar a ese cliente potencial y conversar con él en un idioma que pueda entender.
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